La pandemia por el coronavirus y las medidas de confinamiento que llevaron a cabo los distintos países provocaron problemas económicos y sociales en todo el mundo, entre ellos, un incremento en la cantidad de hogares que presentan inseguridad alimentaria, es decir que tienen “disponibilidad limitada e incierta en cantidad y calidad de los alimentos que permiten cubrir los requerimientos nutricionales de los individuos”.
En Argentina, el acceso a la cantidad necesaria de alimentos y la calidad de los mismos en hogares con niños, niñas y adolescentes no es un “problema” reciente, según el estudio de la UCA, ya que entre 2010 y 2020 se incrementó en un 12 por ciento, siendo el período 2017-2018 el que peores índices tuvo.
El estudio establece dos variables de inseguridad alimentaria: moderada o severa, esta última “representa la situación de privación más extrema de percepción de ´hambre´” y también tuvo su pico más alto en el período 2017-2018.
Los datos obtenidos por el Observatorio muestran en el contexto de “la crisis social y económica más recientes del ASPO – COVID-19 la situación de riesgo alimentaria en el umbral más severo se mantuvo estable en relación a los últimos dos años y se incrementó en el umbral moderado que representa la caída de los consumos familiares en cantidad y calidad, y las restricciones especialmente en los adultos del hogar”.
El incremento de la vulnerabilidad de acceso a los alimentos afectó principalmente a los niños y niñas en edad escolar, pero los más perjudicados fueron las y los adolescentes, rango etario que incrementó las cifras comparadas con el año anterior en un 7,2 “en el umbral total y 4,5 en el severo”.
Asimismo, el informe del observatorio de la UCA sostiene que la población que “se vio más protegida fue la de los niños/as entre 0 y 4 años” y remarcó que “muy probablemente” esto es consecuencia del “programa ALIMENTAR que se suma a la AUH (Asignación Universal por Hijo) y que justamente estuvo orientado a la compra de alimentos”.
Asimismo, el informe sostuvo que la población que “se vio más protegida fue la de los niños/as entre 0 y 4 años” y remarcó que “muy probablemente” esto es consecuencia del “programa Alimentar que se suma a la AUH (Asignación Universal por Hijo) y que justamente estuvo orientado a la compra de alimentos”.
“Es notable advertir que los estratos sociales más afectados fueron el obrero integrado y estrato bajo, mientras que los más bajos y trabajador marginal se vieron más protegidos en el contexto de la reciente crisis”, detalló la investigación presentada hoy de manera virtual.
Otro aspecto que destacó el documento es que “este empeoramiento de la situación se registra especialmente en las infancias de los hogares monoparentales”, en los que la cifra de inseguridad alimentaria severa se elevó casi 9 puntos porcentuales, respecto del periodo anterior.
La pobreza e indigencia en términos monetarios guarda analogía con la inseguridad alimentaria, “la primera se incrementó en 5,8 puntos y la segunda en 1,6”, lo que refleja que “las transferencias de ingresos concentraron su efecto distributivo en la pobreza extrema y fue muy limitado su efecto sobre la pobreza y vulnerabilidad de los hogares en el acceso a los alimentos en cantidad y calidad”.
Las condiciones del medio ambiente de vida (hacinamiento, calidad de la vivienda) no experimentaron cambios en el último año, en este sentido, el estudio señaló que mejoró el indicador de contaminación ambiental “como en casi todas las ciudades del mundo” en el marco de las restricciones.
Los indicadores “de estimulación emocional e intelectual” se mantuvieron estables en su incidencia durante el último año, salvo el de estimulación a través de la palabra (contar cuentos o relatar historias orales) que creció de modo “superlativo afectando especialmente a los niños/as en edad escolar y en los estratos bajos y medio no profesional”.
El aislamiento social tuvo un efecto “muy relevante” en los procesos de socialización de las infancias y adolescencia, esto se reflejó en el incremento de 10 puntos porcentuales en el “comportamiento sedentario” y de la “insuficiente actividad física”, indicadores que afectan a casi el 70% de los chicos/as entre 5 y 17 años.